#2
Subió el volumen del radio aunque no ponía mucha atención en la música, estaba más hundido en sus pensamientos, el día anterior no solamente había decidido encerrarse por la derrota de su equipo, era claro que había un motivo más: Rebeca, la mujer a la que había creído días atrás la mujer perfecta no solo estaba conforme con romper su relación, además había decidido meterse con su mejor amigo, Kevin. Los había visto besándose después del partido y eso había dolido peor que una estaca clavada directamente en su pecho. Kevin, su casi hermano, también había caído en las garras de esa sucia arpía. Resopló y aparcó su auto no lejos del campo de soccer. Bajó tras tomar su morral y se dirigió a su salón de clases, esta vez no le apetecía faltar a su primera clase del día, quizá el motivo era que ahí podía ver a su falsa ex novia.
Entró cuando el salón estaba casi en su totalidad, pero no logró ubicar a Rebeca, quizá estaba aún acostada en la cama de Kevin tras una larga noche de sexo. Se sentó en uno de los asientos del fondo y clavó su mirada en el suelo. Se sobresaltó al escuchar su móvil vibrar. Lo tomó entre sus manos y observó en la pantalla el nombre de otro de sus amigos, Joe. Seguramente le pediría lo excusase con el profesor por su retraso por nuevamente despertarse cinco minutos antes de que empezase la clase. Lo abrió sin mucho ánimo y leyó rápidamente su contenido. <<Nuevo entrenador>> decía seguido de una carita con expresión traviesa. ¡Genial! Lo que le faltaba para arruinar su día, el viejo Owen había sido despedido, se imaginó al nuevo y presuntuoso entrenador, un señor no mayor a cincuenta años con una actitud inepta que además disfrutaría al recalcar los defectos de cada jugador. Golpeó ligeramente su banca atrayendo momentáneamente la atención de unos cuantos de sus compañeros.
-Buenos días, señores y señoritas – entró su profesor de trigonometría con un maletín en mano y luciendo unas notorias ojeras como ya se acostumbraba en todos los profesores – Comencemos con la clase – dijo con una sonrisa fingida.
Nick desvió su atención de ahí de inmediato, no estaba de ánimo siquiera para seguir los confusos procedimientos del profesor que la mayoría de las veces se veía en la penosa obligación de corregir ante la molesta expresión del aburrido señor. Sí, a pesar de ser un alumno brillante y no precisamente por cumplir con todas sus tareas y trabajos, Nick odiaba la escuela, le resultaba patético que personas mayores a él fuesen corregidas por alguien de su edad y aún así creyesen tener todos los conocimientos del mundo en sus manos.
Sonó la chicharra indicando el término de su clase. Salió sin contratiempos tras tomar su morral del cual no había sacado ni un bolígrafo y se dirigió directo al campo de juego.
-¡Hey, Nick! – Joe estaba ya uniformado junto con varios chicos que calentaban, buscó con su mirada al entrenador pero no encontró nada – Hermano, tienes que ver a nuestro “nuevo entrenador” – le lanzó una sonrisa perversa tras estrechar su mano.
-¿Dónde está ese incompetente?
¿Incompetente? – rió – Nick, ya la quisieras probar en tu cama para ver su incompetencia – Nick frunció su entrecejo asqueado.
-¿De qué demonios hablas, Joe? ¿Dijiste “la”?
-Velo por ti mismo – señaló en dirección a unos escasos cien metros de ellos, Nick se paralizó.
-No es enserio.
-Compruébalo por ti mismo, se llama Miley Brown – le dio un suave golpe en su espalda y salió de ahí para continuar con su calentamiento.
Nick estaba perplejo ante lo que tenía frente a él, una diosa: cuerpo perfecto, cabello recogido en una coleta que caía en traviesos caireles hasta un poco más arriba de su cintura, facciones propias de un ángel, labios rosados que dibujaban una sonrisa con hoyuelos y unas piernas apenas cubiertas por un pequeño short que eran el mismísimo paraíso. Tragó con dificultad su propia saliva. Ella no era mayor a él, quizá tenía su misma edad, se preguntó cómo demonios había llegado a ese empleo.
Inconscientemente dirigió sus pasos directamente en su dirección. Cuando estuvo a escasos pasos de ella, ella posó su mirada en él, lo inspeccionó de arriba abajo.
-Nick Jonas – se presentó tras dibujar una torpe sonrisa en un pobre intento de seducirla.
-¿Dónde está tu uniforme? – ella dijo con su imponente voz, él sintió un escalofrío.
-En mi casillero – logró decir no sin un discreto tartamudeo, ¡joder! Esa mujer luciría perfecta con muy poca ropa y en su cama, maldijo usar jeans tan ajustados en esos momentos en los que no podía pensar en otra cosa más que en sus sugestivas curvas escondidas bajo esa camiseta.
-¿Vienes a entrenar sin uniforme? ¡Qué… brillante! – su tonó sarcástico extrañamente no le molestó.
-¿En verdad eres tú la nueva entrenadora?
-¿En verdad eres tú el capitán de este equipo? - ¡bien! Ella se mostraba a la defensiva, y eso le… encantaba. Sonrió - ¿Vas a estar ahí todo el día con esa sonrisa estúpida o me demostrarás que realmente mereces ese puesto? – él frunció su entrecejo y antes de poder decir nada ella desapareció de ahí para ir a corregir a un par de novatos recién incorporados al equipo.
Se sintió torpe ante ella, y es que ninguna mujer lo había humillado en un lapso tan corto como ese, frunció su entrecejo dispuesto a marcharse de ahí, no jugaría para ella y lo tenía muy claro, ella no se lo merecía. Comenzó a dar lentos pasos tras hundir sus manos en sus bolsillos. Estaba rechazando a una de sus pasiones por una simple desconocida y a pesar de eso no sentía malestar alguno.
-¡Eh, Jonas! – se giró no con mucho ánimo en dirección a quien exigía su atención. La vio correr hacia él y por un momento se perdió en su perfección - ¿A dónde vas? – despertó de sus fantasías.
-A clase – le restó importancia y se dispuso a marchar.
-Para, para, ¡tío! – él se giró a ella nuevamente de mala gana - ¿No planeas seguir en el equipo?
-No juego para mujeres y menos para déspotas – ella ensombreció su rostro.
-¿Acaso tienes miedo?
-¿Miedo? ¡Por favor!
-¿Entonces por qué huyes?
-No huyó, ya te lo dije, no juego para…
-Ya – lo interrumpió y se hundió por un instante en sus pensamientos, él iba a retomar su partida pero nuevamente lo detuvo – Te propongo algo – él levantó una ceja interesado – una reta entre tú y yo, el primero en anotar tres goles, gana.
-¿Y qué gana?
-A eso voy, ¡joder! La paciencia no es una virtud tuya – él cruzó sus brazos – si yo gano, tú jugarás para mí sin ninguna protesta y sin derecho a salir del equipo no importando tu puesto.
-Bien – dijo tras analizarlo por un momento.
-Y si tú ganas…
-Saldrás a una cita conmigo – él se adelantó a establecer sus condiciones.
-¿Y qué hay del equipo? – ella vaciló por un instante.
-Eso ya lo veré en la cita – él sonrió ante el desconcertado rostro de ella.
-Hecho – ella extendió su mano para estrecharla con la de él, él simplemente decidió recorrer sus piernas con su mirada y lanzarle un beso al aire, ignorando su mano.
-Te veo a las dos en punto.
-Bien – lo fulminó con su mirada tras esa falta de respeto – Da lo mejor de ti, Jonas.
-Por supuesto que lo haré, no me quiero perder la oportunidad de verte en un delicado vestido y con zapatillas – rió y se marchó dejando a esa mujer atrás.
-Claro – ella también rió y regresó con el resto del equipo.
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